Bajo las cobijas
tu mano tocó mi mano,
afuera los grillos
cantaban a la noche
-ella moría un poco
minuto a minuto-.
La luz llegó,
despertamos
salimos a la calle,
había otra gente,
otros caminos,
otras urgencias
-no como la urgencia
de desnudarnos-.
Todo está bien
no te extraño
aunque pareciera
cuando mi mano izquierda
-por no ver morir a la noche-
se cierra
sobre mi otra mano.
DG.
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