La noche me está gritando en mi oído,
en un lenguaje extraño que aún no descifro;
un lenguaje indefinido,
ancestral, no inventado, antiguo.
La noche me está gritando el infinito;
se apoya en mi almohada,
dulcemente reposa sobre mí su mano blanda
y me hace soñarte cautivo.
La noche se está tardando en su arribo,
es porque al despertar aún seguía oscuro el camino,
o quizá porque se nublaban mis ojos
con lágrimas y nubes de olvido.
Más hoy por alguna razón,
-que desconozco-
(tan parecida a tu nombre
y casi con tu misma voz),
hace que amanezca todo el día,
si me encuentro contigo.
DG.
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