El mismo viento
que empuja al riachuelo
con sus dedos de roca
y su fe salvaje.
El mismo
que mueve a los árboles
en una danza
de ramas radiantes.
El que ayuda
a mariposas,
abejas,
colibríes.
Bajo ese viento
hay una confesión
acurrucada.
Del cielo
hacia la tierra,
se desenrosca
lentamente
cual serpiente dormida.
¿Es tarde
o demasiado pronto
para que despierte?
Y así,
bajo el viento
hay una confesión
que se levanta.
DG.
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