domingo, 20 de abril de 2014

El todo


La luna 
y el sol
del mediodía
charlaron
en un encuentro
eclíptico
casual
inesperado:

-No me esperes -dijiste.

Lloré al alba y al preludio

de la noche.

En mis venas, 

torrentes de plateada sangre
explotaron.

Despertó el diablo

que invoca a las mareas.

-No me esperes -reiteraste.


El desierto nació en mí,

surgió como un hoyo profundo
lleno de sierpes secas.

-No me esperes.


Tomaste

la mano
entonces
de ese día,
fulguroso y transparente.

Entendí de pronto

ni luz
ni oscuridad,
el día ya era
para ti
toda tu suerte.

DG.



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