Cada quien carga una piedra.
Esta piedra puede ser pesada o liviana.
Puede ser una piedra de bordes toscos que rasguñen nuestra piel cuando la agarramos o puede ser una piedra lisa y redondeada que al tomarla se nos resbale fácilmente de las manos.
Pero lo cierto es que, cargamos con la piedra.
Y podemos ignorar todo el tiempo para qué habremos de usarla, si nos servirá para atrancar una puerta, para escribir sobre la acera, para delimitar una cancha o una base, o simplemente para traerla en el bolsillo.
A veces solemos amenazar con esa piedra a quien nos daña o nos dice injurias, pero si la arrojamos, iremos irremediablemente a levantarla otra vez, por que le tenemos cierto cariño a esa piedra, un apego que no podemos explicar.
Quizá sería más sano desprenderse de ella en algún lago o en un jardín zen o irlas colocando alrededor de nuestros árboles, construir algo con ella... en vez de traerla inútilmente, lastimando, pesando en nuestra carrera por la vida.
Ya escribí lo de la piedra.
Fin.
DG.
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