miércoles, 10 de julio de 2013

La llamada


Sobre el camino de barro
entre los cercos cafés,
arena gruesa cual grava
escoce en los pies.


Silba el mar como si fuera de viento,
ruge aquél como velero
a quien azota el mar.


Las uñas apresan la tierra,
rasgan los dedos el aire circular,
enredo cabellos entre la brisa estival.


Todo para resistir 
el embrujo de las sirenas
(su canto se parece a tu voz).

Procuro mantenerme inmóvil,
en cambio,
la marea se eleva
ola tras ola
camina el océano.


Son sus fauces profundas,
su saliva salada y voraz,
mis brazos sueltan el aire,
mis cabellos abandonan la brisa,
mis pies adormecidos
se entregan
al remolino de agua abismal.


No importa después
lo que suceda,
el cuerpo está fatigado,
el alma está cansada de negar
que entre la niebla profusa
y la zona abisal
está el cofre de tu risa
más atrayente
que la tierra
con su impresionante
vastedad.


DG.








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